
El Watergate es sistémico. Una práctica, una manifestación institucional de la estructura política estadunidense. El famoso escándalo ni siquiera empezó en 1972, hace 50 años, cuando cinco hombres fueron detenidos a las 2:30 de una madrugada de junio en las oficinas del Comité Nacional Demócrata, en Washington. Estaban instalando micrófonos y tomando fotografías, cosa que ya habían hecho antes en la embajada de Chile y en el consultorio de Daniel Ellsberg, el analista del gobierno que había filtrado los Papeles del Pentágono y puesto en jaque la narrativa oficial sobre la guerra de Estados Unidos en Vietnam.