
En diálogo patético con uno de esos “influencers del odio” que pululan por el turbulento ecosistema miamense, cierto humorista en decadencia afirmó, en (aparente) broma, que estaba haciendo de todo por salir en Con Filo, pero que no lo complacían. “Mira que me esfuerzo, chico”, decía entre risas, “pero no me sacan”.
Pasó el tiempo y pasó un águila por el mar. El programa Con Filo, eventualmente, hizo una mención fugaz, casi imperceptible, de aquel humorista en decadencia, tan risueño él. Resultado: una directa de más de dos horas, en las que el otrora actor del ICRT, devenido furibundo opositor y ocasional youtuber, juró una y mil veces que él no era una mala persona. Que él era santo, santo, santo…