“No, gracias”, al acceso indiscriminado a las armas en EEUU. Por: David Brooks

Ofrenda en Colorado a las víctimas del reciente tiroteo. Foto: AP.

Nueva York. Ya ni las gracias se pueden dar sin balazos. En el país avanzado más armado y violento del mundo se han registrado más de 600 tiroteos masivos -con 4 o más víctimas- en lo que va del año, o sea, un promedio de dos cada día.

El martes por la noche, mientras clientes en un Walmart en Chesapeake, Virginia, compraban los ingredientes para la tradicional cena del Día de Acción de Gracias que se festeja este jueves, un hombre armado -identificado como uno de los gerentes de la tienda- sacó una pistola en uno de los cuartos para reuniones de empleados y empezó a disparar al azar contra sus colegas, matando a seis e hiriendo a por lo menos otros seis antes de suicidarse ahí mismo. “Acabo de ver asesinar a tres de mis amigos”, comentó una de las trabajadoras que se encontraba en ese cuarto.

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Antígona y Antares

Antígona y Antares

Cada día vemos en los noticieros el suelo agujereado del cementerio, las tumbas en serie cual macabra dentadura de Tánatos esperando devorar los muertos. La pandemia crea situaciones inusitadas, entre ellas la de muertes sin funerales ¿Cómo es posible quedarnos al margen de un rito de pasaje tan ancestral, exclusivamente humano? En la naturaleza, ningún otro ser llora sus muertos y los reverencia en la sepultura.

Todos los pueblos ritualizan la despedida de sus muertos. Los rituales tienen valor simbólico, expresan en liturgias lo que no conseguimos decir en palabras.

Ahora, el virus nos roba todo eso que traduce nuestros lazos de parentesco y amistad: visitar al enfermo, consolarlo e animarlo, preparar el cuerpo para el funeral, organizar el velorio, cumplir los rituales de entierro o cremación, ver el cajón descender a la tumba, orar juntos por el difunto, manifestar condolencias y abrazar a los más afectados por la pérdida.

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