
Están a punto de cumplirse 55 años del asesinato del Che en Bolivia. El imperialismo tuvo que invertir enormes recursos financieros, militares y tanques pensantes para eliminarlo físicamente. No imaginaban que la proyección de su figura seguiría creciendo no solo en el plano de las ideas. Quedaría sembrada, como semilla fecunda, en el imaginario popular y desbordaría los límites de nuestra América para alcanzar los cinco continentes, allí donde hombres y mujeres afrontaran injusticias por reparar.
Habremos de rendirle los honores debidos. Pero tenemos que comprometernos, sobre todo, en seguir profundizando, a tenor de las actuales circunstancias del mundo, en el estudio de su vida y de su obra múltiple –ambas sorprendentemente ricas– teniendo en cuenta el breve transcurso de su existencia y las numerosas tareas asumidas en ese lapso.