
No nos podemos dar el lujo de hacerle daño a eso que tratamos de construir juntos.
¿Estoy haciéndole daño a la Revolución? Esa es una pregunta que todo militante honesto debiera formularse a sí mismo (o a terceros nobles) de vez en cuando. No todo lo que hacemos o decimos como individuos termina tributando de forma positiva al proyecto colectivo que defendemos, del que nos sentimos parte; y eso implica que nos revisemos a fondo, que dudemos, que analicemos de qué forma nuestro comportamiento pudiera resultar nocivo.