
#Cuba: acción, reflexión, autocrítica.
Hace casi tres meses, el 11 de julio, los medios hegemónicos pronosticaban el fin de la revolución cubana, supuestamente arrollada por protestas populares “pacíficas”. En verdad, lo que ocurrió ese día fue la fulminante derrota por el pueblo cubano de un plan contrarrevolucionario que a Estados Unidos (EU) le tomó años de preparación.
Sí, hubo protestas pacíficas con demandas legítimas, compatibles con las amplias libertades que garantiza el Estado socialista de derecho. Sin embargo, a la velocidad del rayo la contrarrevolución apátrida, que llevaba meses usando sofisticados mecanismos de envenenamiento(https://bit.ly/3mocMZq) en las llamadas redes sociales para convocar a protestas en la vía pública, lanzó sus mercenarios, aceitados con una millonada de dólares yanquis, al ejercicio ciego y brutal de golpizas contra policías y civiles desarmados mientras grupos de delincuentes se entregaban al saqueo y vandalización de bienes públicos y privados. De no haber sido por la movilización revolucionaria a las calles a que llamó el presidente Miguel Díaz-Canel se habría entronizado el caos y una espiral de sangre. Pero los revolucionarios, civiles o miembros desarmados, insisto, de la fuerza pública, disolvieron el conato enemigo y la ofensiva popular entró en un ascenso, que atraviesa horizontal y transversalmente cada vez más sectores y territorios del país.