La niña de Guatemala

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Las relaciones entre José Martí y la joven hermosa guatemalteca María García Granados, ha sido tema de múltiples comentarios, sobre todo luego de que Martí la inmortalizara sus Versos Sencillos IX, publicados en Nueva York a mediados de 1891, trece años después de haber fallecido la joven.

Martí residía en México desde hacía dos años, pero con el cambio de gobierno debe abandonar el país azteca. El 16 de diciembre de 1876 publica en El Federalista su artículo El Extranjero, donde expone, entre otras cosas las causas por las que no puede continuar en suelo mexicano.

Decide marcharse para Guatemala, por lo que recibe cartas de recomendación del ministro de ese país en México, dirigidas a varias personalidades que residen allí. Sin embargo, antes de llegar a su nuevo destino, decide hacer una breve escala en La Habana para resolver asuntos personales.

Sale de La Habana rumbo a México como pasajero en el vapor City of Havana, el 24 de febrero de 1877 y después de una azarosa travesía por pueblos mexicanos, llega en los primeros días de abril a la capital de Guatemala, donde se aloja, de forma provisional en la casa del cubano José María Izaguirre, quién era Director de la Escuela Normal.
Izaguirre solo conoce a Martí por referencias, no obstante lo incluye en el claustro de profesores de la Escuela Normal como profesor de Literatura, e interinamente en el de Ejercicios de Composición. Entre las alumnas se encuentra María García Granados.

El día 10 de abril Martí se entrevista con Joaquín Macal, ministro de Relaciones Exteriores y el 16 el vicecónsul de España confirma la autenticidad de su certificado de estudios, expedido por la Universidad de Zaragoza, que lo acredita como abogado.
Martí participa activamente en las veladas artísticas y literarias que organiza Izaguirre, y en la del 21 de abril celebrada en la Escuela Normal, pronuncia un discurso de saludo a Guatemala.
Se dice que ese día conoció a María, la hermosa joven guatemalteca, a quien jamás pudo olvidar por su dulzura y extraordinaria belleza. Ella por su parte, quedó impresionada por la delicadeza y sensibilidad del culto cubano.

En un momento dado el padre de María, llamando Miguel García Granados y quien había sido presidente de la República, conoce a Martí y se hacen amigos. Ambos disfrutaban del ajedrez, por lo que se hace frecuente la visita de nuestro Apóstol a la casa de María.

Todo marchaba bien para él en Guatemala pero, como hombre de honor, no podía eludir ni tampoco terminar su compromiso con la joven camagüeyana Carmen Zayas Bazán Hidalgo, quien lo esperaba en México para casarse, como así ocurrió el 20 de diciembre de 1877.

Mientras tanto María, la guatemalteca, lejos de apagarla mantenía encendida su pasión por Martí.

A principios del mes de enero de 1878 Martí regresa a Guatemala, esta vez en compañía de su esposa Carmen Zayas Bazán. Pasa el tiempo, y no visita más la residencia del padre de María.

Entonces María le envía esta nota:
«Hace días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán/ Te suplico que vengas pronto».
Pero Martí no volvió y ella falleció el 10 de mayo de 1878.

La leyenda sobre las causas de la muerte de María se mantienen.
Realmente no murió de amor.

Así lo confirma la compañera Mayra Beatriz Martínez, en su trabajo de investigación Viejos datos reverdecen la leyenda: Martí y la Niña.

En el texto, dice:
«En entrevista relativamente reciente sostenida y grabada en video con un descendiente contemporáneo de los García Granados —Sergio García Granados, en 2008—, conocí una versión familiar de lo acontecido, recogida por tradición oral, que resulta mucho menos sublime y espectacular —y, por lo mismo, mucho más comprensiva de la naturaleza humana de los hechos: se dice que María, aunque acatarrada, aceptó ir a nadar con su prima —¿a un río o lago cercano? —, que era actividad habitual para ellas, quizá para distraerse de la tristeza en que, era de esperar, se hallaba sumida tras el regreso de Martí, ya casado con Carmen. Después del paseo, María empeora y muere a causa de aquella enfermedad de las vías respiratorias que, según aseguraba la mamá del informante, ya padecía».

Al entierro de la joven, que fue una emotiva manifestación luctuosa acudieron cientos de personas que respetaban y querían a su padre y a su familia y que estaban al tanto de cómo la vida de María se fue apagando poco a poco hasta quedar eternamente dormida.
Y ese día, cuando ya casi todos se habían retirado del camposanto, allí estaba José Martí. De pie, en silencio, acompañándola en su última partida.
Versos sencillos IX
[Poema – Texto completo.]

José Martí
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

… Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

…Ella, Por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en la vida!

…Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos;
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!

 

(Con información de Granma)