
España perdió hace mucho tiempo su imperio, aunque no dejará de tener responsabilidades como potencia colonial, hasta que se decida el futuro de su antigua colonia del Sahara Occidental(SO). Hogar del pueblo saharaui y cuna del prestigioso Frente Polisario, el SO tiene hoy ocupada la mayor parte de su territorio por Marruecos simplemente por no haberlo defendido Madrid, su deber de Estado miembro de la ONU. Esa conducta hoy llega al extremo de que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, acaba de anunciar que apoyara a Marruecos en su vieja propuesta de no conceder la independencia al SO sino una autonomía que lo convertiría en otra provincia del reino alahuita. Las elites del Estado español -como casi todas las de Europa occidental, tengan o no colonias- conservan el espíritu colonialista y unas ínfulas de poder y riqueza que, particularmente en el caso ibérico, no van acordes con el grado de desarrollo capitalista que ha alcanzado y mucho menos con su bochornoso papel de achichincle del decadente imperialismo de Estados Unidos(EU). Aunque esta condición es hoy válida para los países europeos miembros de la OTAN, que, sin apenas excepciones, han sido cómplices desde hace décadas, o se han sumado posteriormente, a la provocadora y antirrusa expansión de la alianza hacia el este promovida por Washington.