Un amigo pregunta que cómo es posible que, en Estados Unidos, que es calificado por la inmensidad de medios a su disposición el país más feliz del mundo, por su abundancia de bienes, lujos y placeres, haya tantos suicidios, con millones de seres humanos sin seguro médico y otros millones a punto de perderlo, a pesar de promesas oficiales.
Y lo primero es que hay que conocer que, según cifras del propio establishment gobernante, que no pueden ocultar, el uno por ciento de los norteamericanos tiene el 40% de la riqueza total de la nación. Sus ingresos se han casi triplicado en los últimos 30 años, y el 80% que se encuentra por debajo de esta minoría sólo posee el 7% de los bienes del país.
Años atrás, los académicos Emmanuel Sáez y Gabriel Suman, en sus investigaciones sobre la desigualdad, hallaron que ese uno por ciento de los más ricos controlaba 22% de toda la riqueza en el 2012, cuando en 1979 poseía el 7%.
Boicotear el turismo (1), destruir los acuerdos médicos que reportan ingresos al sistema público de salud de la Isla (2), desalentar las inversiones extranjeras: son los objetivos de la guerra económica, desde EEUU, contra Cuba.
Esta abarca mucho que el bloqueo o las sanciones directas de la Casa Blanca, y persigue que la economía cubana no pueda salir de su ahogo actual y se produzca una insurrección social (3).
En ello trabaja una amplísima gama de personas y organizaciones, financiadas por fondos federales de EEUU o por entidades vinculadas a la mafia cubanoamericana de la Florida, y que tienen una importante presencia en los medios de comunicación (4).
Hoy hablaremos de Emilio Morales, presidente de «Havana Consulting Group», una supuesta “consultora sobre economía cubana” (o, mejor dicho, sobre cómo destruirla), y portavoz de la plataforma anticastrista “Cuba Siglo 21” de Miami (5). Actualmente, está centrado en la defensa y legitimación del fondo buitre que, mediante una demanda en Londres, trata de apoderarse de las reservas soberanas de Cuba, un país –recordemos- bajo bloqueo financiero y que sufre una aguda crisis de desabastecimiento de alimentos, combustible y medicinas (6).
Se conoce que la manipulación mediática contra Cuba es total y abarca todos los ámbitos de la sociedad. Es el método empleado por el régimen de Estados Unidos para satanizar a la Revolución, porque no soportan que exista un país con un sistema socialista a solo 90 millas de sus costas.
Por esa razón, esgrimen el miedo al comunismo basado en campañas de que “ese sistema es un fracaso”, como hacen desde 1947 bajo la doctrina Truman, utilizada maquiavélicamente por el senador Joseph R. McCarthy, quien desató una cacería de brujas dentro de los Estados Unidos, para perseguir y condenar a miles de ciudadanos acusados de ser comunistas, con el propósito de que nadie tuviera ideas afines con el socialismo.
Lo mismo concibieron contra la Revolución cubana y lo confirman los planes de la CIA aprobados desde abril de 1959.
El tema de los presos en Cuba es desarrollado por los yanquis como un método para acusar a la Revolución, cuestionando las razones para condenar a quienes actúan a favor de Estados Unidos, en su intento sostenido de desestabilizar el orden interno, con el objetivo de derrotar el proceso revolucionario.
Así sucedió con los juicios celebrados a los asesinos, torturadores y esbirros del dictador Fulgencio Batista; con los agentes de la CIA que cometieron actos terroristas, asesinatos y otros crímenes; con los miembros de los grupúsculos contrarrevolucionarios creados y financiados por Estados Unidos; hasta los más recientes detenidos por los actos de violencia ejecutados contra centros comerciales, agentes y medios de la policía, durante los disturbios del 11 de julio 2021, estimulados por los yanquis a través de las redes sociales.
El denominador común empleado por Estados Unidos ha sido condenar las sanciones impuestas por los tribunales revolucionarios y exigir la liberación de los comisores de esos delitos, algo que no piden para los presos en sus cárceles, latinoamericanas o europeas.
A tal punto llega la tergiversación que hacen contra Cuba, respaldada por amplias campañas de prensa, que lograron que el Vaticano solicitara a través del cardenal Beniamino Stella, enviado especial del Papa, la amnistía para los presos en la Isla calificados por los yanquis de “políticos”, pedido que mucho agradó a la contrarrevolución y sus patrocinadores en Estados Unidos.
Sin embargo, resulta llamativo que esta “preocupación” por los presos en Cuba, a la que se suman diplomáticos de la Unión Europea, no se manifieste ante la terrible situación que sufren los presos en las cárceles de Ecuador y los detenidos injustamente en Perú, por protestar pacíficamente ante el golpe de Estado respaldado por la embajada de Estados Unidos en Lima.
Para los presos y detenidos en países afines a Washington, nunca hay preocupaciones ni súplicas, entre ellos Julián Assange, quien, por practicar un periodismo de denuncia ante los crímenes cometidos por los yanquis, sin haber sido juzgado está recluido en una cárcel de máxima seguridad en el Reino Unido y no es calificado como preso político, situación que corrobora la falsedad de la “preocupación” por Cuba y sí una posición politizada con fines mediáticos.
¿Por qué no existen solicitudes de clemencia y amnistía para los casi 3 mil menores de edad que cumplen condenas de cadena perpetua y morirán en prisiones estadounidenses, sin esperanzas de obtener la libertad condicional?
En ese país convertido en el “juez supremo” del mundo, hay 2,500 reclusos que cumplen cadena perpetua, sancionados cuando aún eran niños, sumandos a 10 mil menores internados en prisiones para adultos y sometidos a todo tipo de agresiones, sin que los “preocupados” países de la Unión Europea, ONG dedicadas a velar por los derechos humanos en Cuba y otros países afines a Estados Unidos, condenen tal situación.
No hay preocupaciones porque los yanquis consideren que un niño entre 10 y 14 años, pueda ser juzgado como adulto y enviado a centros penitenciarios junto con mayores, pero cuando Cuba juzgó a menores con 16 años, los gritos se escucharon en todo el mundo, hurgaron en qué lugares eran internados y el trato que recibían, a pesar de que la Isla posee un sistema diferenciado para los menores que cometen delitos y cuenta con personal profesional para trabajar en los planes de reeducación.
Hasta el año 2005 en Estados Unidos se ejecutaba a los niños y se calcula que desde inicios del siglo XX hasta el 2005, se le aplicó la pena de muerte a 365 niños, de ellos 22 con posterioridad a 1985, sin que se conformarán campañas internacionales para exigir una amnistía.
Un estudio de la organizaciónEqual Justice Initiative, afirma que “los niños encarcelados en Estados Unidos caen en situaciones desesperadas, conduciéndolos a un punto en el cual no pueden manejar sus emociones y los retos de la adolescencia, encuentran respuesta en la violencia y agresividad”.
Al menos en 14 estados se trata a toda su población penal como si fueran mayores de edad, lo que implica que muchos niños sean violados y maltratados por los presos adultos, pero esto parece no preocupar a los que ahora lo hacen con Cuba.
Pero no solo Estados Unidos condena a niños, hay 72 países en el mundo donde los menores pueden recibir esa pena, entre ellos 49 de los 53 Estados de la Mancomunidad Británica de Naciones, según un estudio de 2015 de la Red Internacional de los Derechos de los Niños, a pesar de estar vigentes varios tratados internacionales que prohíben la imposición de esas condenas, entre ellos el artículo 37 de la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño de 1989, ratificada por todos los países salvo Estados Unidos y Somalia.
Solo en el año 2019, más de 696 mil niños y adolescentes, fueron encarcelados y de esos, 653 solo en una sola noche de ese año, los que fueron internados en prisiones de adultos, pero Estados Unidos no recibe sanciones de la comunidad internacional, del Parlamento Europeo o la OEA, ni se aprueban resoluciones que muestren la preocupación ante tantas violaciones a los derechos de niñas y niños.
Un ejemplo de la crueldad del régimen estadounidense fue la ejecución en la silla eléctrica del niño George Stinney, de 14 años, el 10 de junio de 1944 y que 70 años después, las autoridades judiciales admitieron que se le habían violado sus derechos porque realmente era inocente.
¿Dónde está la preocupación y exigencias de amnistía para los presos de Ecuador, hacinados y masacrados en cárceles de ese país?
Entre el año 2020 y el 2021, fueron asesinados más de 400 reclusos en cárceles ecuatorianas, por diferentes riñas entre bandas rivales que se disputan el control de las prisiones, pero no hay condenas al gobierno ni enviados especiales, porque es un aliado incondicional de los yanquis.
Cuba, que no tiene situaciones similares, recibe constantemente presiones y “preocupaciones”. La razón es sencilla, es un país socialista que no se somete a las órdenes yanquis.
Israel Rojas Fiel es un tipo sencillo, transparente. Su voz no calla nunca; canta lo que escribe y escribe lo que piensa. No aparenta los cincuenta años que cumplió el día que salió al aire el último disco de su grupo musical; esos locos alegres y buenos que, al parecer, tienen solo una premisa en la vida: la Buena Fe.
Conversamos con Israel rodeados de música; en el garaje de su edificio; justo donde esa pandilla de locos alegres, él como el primero, se reúne a tejer canciones. Precisamente, ese día le tocaba ensayo a la última camada de temas. Doce melodías recién nacidas que, como luego él mismo me contaría, describen muy bien el sentimiento que transmite una «Morada».
Para ustedes como agrupación ¿Qué significa «Morada»?
La morada te ampara, te cobija y te devela; más que donde habitas, la morada es el lugar donde creces. Se manifiesta en una pasión, un amigo, un país. «Morada» es un álbum que se gestó en plena pandemia, justo cuando estábamos más lejos y cuando más nos añorábamos. Precisamente, ese tiempo de confinamiento nos llevó a redescubrir los pequeños mundos cotidianos; a conectar con la familia; a valorar el contacto humano.
Aunque son canciones muy extrovertidas, todas vislumbran la necesidad de conectar físicamente con el otro. Volcamos nuestras energías acumuladas para lograr llevar el fruto de tanto trabajo al público. No sin problemas, no sin situaciones, pero siempre tratando de que las malas energías, los ataques y el odio se queden fuera de nuestra obra. Que esa galería de canciones se mantenga, al fin y al cabo, como un remanso de buena fe.
¿A qué problemas te refieres? ¿Cuáles crees que sean sus causas?
Me refiero a todas las dificultades que pasamos, día a día, los cubanos. A esta crisis económica que se agudizó con la pandemia; el recrudecimiento del bloqueo y el reordenamiento económico, que no sé si se llevó a cabo en buen momento, la historia dirá; y, por supuesto, a la oleada migratoria, que constituye un reflejo cambiante de la concepción actual de cubanidad.
Estos problemas, lo queramos o no, terminan afectándonos a nosotros como creadores. Lo mismo hemos perdido varios días de trabajo porque se fue la luz en el estudio mientras grabábamos, que hemos dicho adiós a colegas del grupo que han decidido emigrar.
También está el tema de las campañas mediáticas, que han incidido en el espacio personal de todos; en mi caso, con especial saña. Pero yo entiendo que, al final, el odio no está dirigido a mí como persona, sino a determinada parte de mi obra y a mis opiniones.
Por ello, a pesar de que ha sido un gran reto mantenernos unidos en una agrupación donde no todos pensamos de la misma manera, creo que lo hemos logrado bastante bien. ¿Cómo? Enfocándonos en el arte, en la música y en la creación. Después de todo, esas son nuestras moradas.
Israel Rojas en entrevista con Alma Mater
¿Y qué causa defiende Buena Fe?
La causa cubana, gobierno aparte. Porque el gobierno también la caga y, cuando eso pasa, nosotros, como artistas, debemos tener el valor de señalarlo. De criticar, como hemos hecho en nuestras canciones. Yo pertenezco a este país, pertenezco a este proyecto social que pretende dignificar al ser humano. Creo en eso porque soy martiano.
Mucha gente nos califica de oficialistas. En realidad, yo pienso que todos los discursos son oficiales. Lo único que cambia son las líneas de pensamiento, los valores morales y los cuerpos doctrinales de las personas.
Este es mi país, aquí quiero que crezcan mis hijos. Enarbolo ese pensamiento porque ninguno de esos cuerpos doctrinales que me rigen, me hizo peor. Ninguno me hizo negar al que no piensa como yo. Al contrario. Me encanta encontrarme con gente que opina distinto a mí y que, desde la diferencia, podamos construir algo bueno. Creo en eso y lo milito. He ahí un pensamiento oficial establecido.
¿Piensas que tus canciones han sido malinterpretadas en algún momento?
Cuando lanzas al viento una canción con un mensaje social o político; ella adquiere vida propia. Sea cual sea tu interpretación, si la canción ayudó a edificar algo para el bien, claro que me va a alegrar. Si, por ejemplo, la música que yo compuse te llevó a la emigración y allí encontraste tu plenitud. ¿Tú crees que yo estoy triste? Yo estoy feliz.
Mucha gente tomó canciones nuestras como una herramienta para expresar rabia, descontento. Eso también me complace, probablemente para eso mismo la compuse. Incluso puede que la canción misma también haya nacido de una rabia.
No me molesta que la gente tenga su propia interpretación de los temas. Lo que, francamente, no entiendo es cuando la interpretación se aleja de los valores que nosotros, como agrupación, siempre hemos defendido, me responsabilizan a mí de que no estemos de acuerdo.
Lamentablemente, eso ha pasado mucho con Buena Fe; sobre todo en redes sociales. Pero no solo con nosotros, pasa con todo el arte que quiere meter la mano en la masa del entramado social cubano. Muchos no entienden eso de que se puede ser crítico y creer en el socialismo al mismo tiempo, de una manera completamente orgánica.
Hay públicos que los han seguido y los siguen todavía y hay públicos que han transitado por ese camino, pero, en algún momento, dejaron de escucharlos, se alejaron por razones políticas. ¿Qué piensas de este fenómeno?
Que es algo absolutamente normal en este negocio. Nada que no le haya pasado a todo el que haga un tipo de arte comprometido con el pensar. Cada cual tiene su propia filosofía de vida y hace suya la canción con la que se identifica. Luego resulta que, quien la cantaba, no piensa exactamente igual que él y eso lo decepciona, lo confunde o lo encabrona y, así como así, deja de escuchar al artista, incluso, aunque luego saque algo mejor. Eso lo veo todos los días y, la verdad, no me preocupa.
Yo sigo creyendo que las canciones, más temprano que tarde, van a encontrar su camino en quien la necesita. A nosotros nos da lo mismo si a los conciertos van cien o cien mil. Cantamos para el que esté. Si ese se marcha emocionado, nosotros nos quedamos más que felices. Al fin y al cabo, los conciertos de Buena Fe no son mítines políticos, son un acto de alegría, de liberación de las almas.
Entre esas diferencias políticas se debate la sociedad cubana actual; tanto dentro como fuera de la isla. Ante este escenario ¿Cómo buscar y crear consensos?
Justo como dices, debemos buscar dentro y fuera de Cuba. Me preocupa que separemos los conceptos de nación y emigración cuando son tantos los cubanos que se van y que se llevan una educación y una preparación importante. Cuando los futuros emigrantes están esperando a graduarse para salir del país.
Hace poco, una amiga me comentaba que, años atrás, los que se iban debían dar explicaciones de por qué lo hacían. Hoy, lo poco común es querer quedarse en Cuba. Eso es grave, porque muchas veces a ese emigrante no le queda más remedio que cortar relaciones con su isla y no debería ser así.
Las preguntas que debemos hacernos parten, primero, de si tenemos un proyecto de país transversalizado por una idea clara de qué es lo que queremos construir. Segundo, en un contexto donde, evidentemente, no se puede pensar en una cubanidad sin tener en cuenta a los que se marcharon al extranjero ¿Qué esperaran ellos de nosotros, los que estamos de este lado del océano?
Yo creo que ahí hay un reto bien grande. El reto de pensar, desde Cuba y sus autoridades, en cómo será la relación con esa emigración e, incluso, cómo podría ser su participación en la construcción nacional. Más allá de las remesas, creo que la emigración puede jugar un papel mucho más activo en nuestra sociedad si se le brinda la suficiente información, si se demuestra interés.
Creo que, con la ayuda de centros de estudios, entidades gubernamentales y no gubernamentales y de toda la sociedad en general, podemos atraer a muchos de los que se nos han ido y potenciar este proyecto de país tan complejo y necesario.
Pero, ojo, eso no se construye de la noche a la mañana. Debe pasar, sobre todo, por la conciliación y el consenso inteligente, profundo y meridiano. Donde también el gobierno debe ceder y todos respetemos al otro que, aunque no piense igual, tenga algo bueno que aportar a la sociedad.
Por otra parte, y esto va a sonar un poco a locura, pienso que debemos librar una batalla cultural que sirva para dejar claro que los Estados Unidos de América no tienen intención alguna de ayudar a Cuba y que, lejos de esto, utilizan cualquier medio para hundirnos aún más.
Me remito a los hechos ¿Cuál fue el país que se aprovechó de una situación tan delicada como la pandemia de COVID-19, para arreciar sus sanciones y desestabilizar a Cuba? Resulta verdaderamente indignante.
Esa batalla cultural comienza con lograr, desde aquí, una comunicación pública inteligente y coherente. A día de hoy, ese campo está mermado. Quizás porque tuvimos un coloso como Fidel, que era capaz transmitir todo, y ahora nos falta carisma y eficiencia para comunicar. Tenemos que solucionar pronto esos problemas o caeremos en el abismo. Y, sinceramente, duele mucho perder con la razón.
Ustedes son parte de esa batalla cultural. Siempre lo han sido. Ahora, dos décadas, más de doscientas canciones y una docena de discos después de aquel comienzo ¿Cuáles son los planes de Buena Fe para el futuro? ¿Qué sienten que les queda por hacer?
Música. Estamos en una etapa novedosa y experimental de nuestra carrera. Por ejemplo, en este disco probamos nuevos ritmos; musicalidades a las que no nos habíamos acercado, ya sea por prejuicios o por falta de tiempo. Le estamos añadiendo sazón caribeña a nuestro formato de pop-rock. Hemos disfrutado muchísimo este ciclo creativo que se abrió con «Morada» y que cerrará con el próximo álbum.
Luego de eso, no tengo idea. Cuando terminamos un disco, casi siempre me da la impresión de que va a ser el último. Abrazaremos lo que venga. Siempre que nos sintamos fértiles, con ganas y motivos para componer, saldrá música. Pero no me asusta darle un cierre al proyecto. Al fin y al cabo, siempre supe que esto no iba a ser eterno.
En la vida hay que saber nacer y crecer, asimismo, hay que saber morir. Creo que hemos sabido desarrollar nuestra música con dignidad a lo largo de estos años, incluso bajo fuego. Espero que el final, llegue cuando llegue, esté a la altura y nos deje a todos con la buena feque necesitamos para construir una Cuba mejor.