
La libertad y la soberanía tienen un alto costo y Cuba lo paga con mucho sacrificio para no volver a caer en brazos de Estados Unidos, algo conseguido con la victoria alcanzada en 1959 contra el tirano Fulgencio Batista, ahijado predilecto de Washington y de la mafia italo-norteamericana, que hicieron de la isla su mayor casino de juego y de prostitución; junto a la posesión de las mejores tierras, industrias y la banca yanqui que dominaban la economía cubana.