A la luz de los 77 años del bombardeo nuclear en Hiroshima y Nagasaki.
Autorizado por el “honorable presidente” Harry Truman, a las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945 un avión estadounidense lanzó sobre la población civil de la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba de uranio con potencia explosiva de 16 kilotones, equivalente a 1600 toneladas de dinamita. Acabó instantáneamente con la vida de unas 66,000 personas y causó luego la muerte de otros 140.000 seres humanos.
Cuando varias personas se organizan y envían emisarios a cometer actos terroristas en su propio país o en el extranjero, y esos actos se llegan a realizar, suelen ser noticia. Seguramente usted se ha enterado cuando ha sucedido en París, Bruselas, Madrid, Boston o New York.
Son hechos que cuando han ocurrido allí han sido noticia en primera plana, y algunos desatado años de bombardeos a miles de kilómetros (en Afganistán, por ejemplo), ejecuciones extrajudiciales con drones (268 autorizó Barack Obama antes de que The New York Times lo revelara como tribunal y verdugo), o el secuestro, asesinato y desaparición del cadáver del antes socio de la CIA Osama Bin Laden, por citar pocos ejemplos. También están quienes, sospechosos de tales crímenes, acusados sin que se les pruebe ser culpable, pueden haber sobrevivido sin ser ejecutados… y llevar casi dos décadas en el penal sin ley operado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos en el territorio cubano de Guantánamo que esa entidad militar ocupa de manera ilegal.
Pero si en vez de en países de Asia u Oriente Medio, esos hechos se preparan y financian en una ciudad de Estados Unidos llamada Miami, y las víctimas probables pueden estar una embajada cubana o en una tienda de La Habana, entonces usted no se enterará y mucho menos los autores intelectuales y financistas de tales actos serán denunciados en los medios de comunicación, convertidos en bestias negras de los noticiarios y perseguidos con saña por el aparato político, mediático y militar dominante. Mucho menos el gobierno del país donde se encuentra Miami, cuyo Departamento de Estado emite una lista anual de países “patrocinadores del terrorismo” se colocará a sí mismo en ella.
El Comandante Fidel Castro solía llamar a esos grupos extremistas “la mafia terrorista de Miami”, y otros le llaman “industria anticastrista”. Mafia, porque son grupos de personas que mediante la extorsión, que ha llegado a la violencia extrema, ha logrado controlar la expresión política de la comunidad cubana asentada en esa ciudad, el modo en que son elegidos los representantes (alcaldes, congresistas locales y federales) y la expresión en los medios de comunicación de la ciudad, donde es prácticamente unánime esa postura sobre Cuba, industria, porque tal comportamiento es altamente rentable. Como todo negocio al margen de la ley, la mafia-industria tiene que contar con la complicidad de las autoridades para prosperar. Ese terrorismo ha costado a la Isla tres mil 478 vidas y 2099 personas que quedaron con secuelas. Sus ejecutores estuvieron en Watergate y el Irán-Contrasse y se han vinculado siempre a altos estratos de la política y los aparatos de inteligencia estadounidenses. Sólo esos vínculos pueden explicar la impunidad de que gozan.
La llegada de internet, y su web 2.0, propició la aparición de un nuevo tipo de producto de esa industria: el influencer o youtuber anticastrista que, como antes los teams de inflitración de la CIA en los años 60 o 70 del siglo pasado, o los mercenarios enviados desde Centroamérica en los 90, estimulan la llegada a la isla de personas con el encargo de ejecutar actos terroristas, como ha sucedido en un reciente suceso en la localidad habanera de Lawton, o pagan directamente por vía digital el encargo a personas residentes en la isla por ejecutar ese tipo de actos, como ocurrió en una tienda del barrio del Vedado con posterioridad a los mediáticos eventos frente al Ministerio de Cultura cubano en noviembre de 2020. Pero la guerra psicológica necesita imágenes, el pago sólo se efectúa cuando los ejecutores envían a sus financistas –influencers en Miami la filmación o fotos de los resultados Facebook para ser publicados, quienes las harán ver como una rebelión interna contra la “dictadura cubana”. Esto ha quedado demostrado más de una vez en la Televisión cubana, sin que los grandes medios de comunicación occidentales, siempre atentos al terrorismo cuando ocurre en Europa y Estados Unidos, le hayan prestado la menor atención.
La causa de tal rebelión serían el desabastecimiento y los cortes eléctricos que viven los cubanos, sí con constantes referencias en la prensa occidental, sin decir que esa misma mafia terrorista gestó, desde la administración Trump tales escaseces, cuando llamó a impedir viajes, remesas y cortar todo tipo de ingresos a la economía cubana. El pretexto alegado para ello fueron informes del Departamento de Estado sobre “ataques acústicos” a diplomáticos estadounidenses en La Habana, que ahora hasta la misma CIA niega hayan existido, y la presencia de 20 000 militares cubanos en Venezuela, que sólo la prensa de Miami pudo ver… y contar.
Lo cierto es que, como siempre, el apoyo a tales acciones terroristas al interior de Cuba es tan grande que hay que pagar y enviar gente desde el exterior para ejecutarlos, y por más que se gasten dinero y entusiasmo, siempre en su origen de las arcas del Tío Sam, La Habana y la isla en general siguen exhibiendo una tranquilidad y seguridad que son la envidia del mismo Miami y de la mayoría de las ciudades latinoamericanas.
Se trata, gracias al valor e ineptitud de sus financistas, de un terrorismo más virtual que real, pero nada justifica el silencio mediático hacia él y mucho menos la tolerancia hacia él del gobierno instalado en la Casa Blanca, que posa como gendarme de la seguridad global.
Para empañar la imagen de aquellas naciones que no se arrodillan ante sus órdenes, especialistas en guerra psicológica de Estados Unidos fabrican mentiras, con el propósito de que el mundo crea en sus falacias y a la vez demonizan a quienes mantienen su soberanía, un caso evidente es el de Cuba.
Por esa razón, a la Isla la han incluido dos veces en la macabra lista de países Patrocinadores del Terrorismo, mecanismo que les permite ampliar las sanciones económicas, comerciales y financieras para estrangularla y evitar su desarrollo.
Sin embargo, jamás los yanquis han contado con pruebas, siendo ellos los que sí patrocinan el terrorismo internacional contra todo gobierno que se les enfrente, de lo cual existen sobrados elementos para demostrarlo.
¿Por qué la ONU, OEA o Europa no condenan a Estados Unidos que tiene una larga hoja de crímenes de lesa humanidad?
El 20 de noviembre de 1975, el Comité Selecto de Inteligencia yanqui emitió un amplio informe de 347 páginas, sobre la implicación de la CIA en varios planes de asesinato a líderes extranjeros, hechos que bastan para condenar severamente a ese país, algo que no sucedió.
La mentira en sus funcionarios es orgánica y está enraizada como parte de su política interna y externa, como quedó demostrado en 1961 cuando su embajador ante la ONU aseguró que los bombardeos a aeropuertos cubanos el 15 de abril, fueron ejecutados por pilotos desertores de la Fuerza Aérea de Cuba. Horas después la brigada de asalto mercenaria 2506, pagada y entrenada por la CIA, desembarcaba por las playas de Bahía de Cochinos al sur de la Isla.
Situación análoga la protagonizaron Edward Mulcahy, adjunto del subsecretario de Estado de los Estados Unidos, Nathaniel Davis y el Senador Dick Clark, en sus declaraciones ante el Congreso en diciembre de 1975, sobre operaciones encubiertas de la CIA en Angola, al afirmar que la Agencia no operaba en ese país, ni cooperaba con Suráfrica. Al demostrarse la mentira, Mulcahy explicó que su falso testimonio fue “involuntario”, al no saber lo que realmente ejecutaba la CIA.
Son numerosos los actos de terrorismo cometidos por contrarrevolucionarios cubanos al servicio de la CIA, prueba de que Estados Unidos patrocina el terrorismo.
El 22 de enero de 1976, un gran jurado federal declaró culpable a Rolando Otero, integrante de la brigada mercenaria 2506, por colocar bombas en Miami en 1975 y estar implicado en más de cien artefactos explosivos que estallaron en esa ciudad, junto a grupos terroristas cubanos, según la policía responsables de los hechos.
El analista de la radio miamense Emilio Milán, crítico de los actos terroristas promovidos por los emigrados cubanos, perdió ambas piernas al explotar una bomba colocada intencionalmente en su auto.
The New York Times publicó el 13 de abril de 1977, el resultado de investigaciones del FBI sobre el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y su secretaria norteamericana, en una calle de Washington cerca de la Casa Blanca, donde señaló como autores a miembros de organizaciones anticubanas.
Documento secreto del FBI desclasificado (No. 1 /157-35 BUE), afirma que una fuente informó que el terrorista cubano Ignacio Novo Sampoll, residente en Estados Unidos y relación del terrorista Orlando Bosch, autor intelectual del sabotaje a un avión civil cubano en 1977 donde murieron 73 personas, estaba relacionado con el asesinato del ex canciller chileno.
En otro documento del FBI (No. 76-7819), también consta que Novo Sampoll estuvo vinculado con el asesinato de Letelier.
El 14 de febrero de 1979 Guillermo Novo Sampoll, hermano de Ignacio, y Alvin Ross Díaz, ambos miembros de la organización Omega-7, fueron señalados como responsables del asesinato de Letelier y su secretaria Ronnie Moffitt, en 1976.
Ignacio Novo fue declarado culpable por mentir sobre su conocimiento del asesinato y no denunciarlo. Los miembros de Omega-7, José Dionisio Suárez Esquivel y Virgilio Paz, igualmente fueron hallados culpables.
Informe del FBI desclasificado en 1977, afirma que una fuente confiable conoció al terrorista anticubano José Dionisio Suárez Esquivel, miembro del Movimiento Nacionalista Cubano, quien dijo que “antes de ejecutar los actos terroristas en Estados Unidos, los integrantes del movimiento debían realizar un encargo por indicación de los golpistas chilenos”.
Tres meses antes del asesinato a Letelier, el FBI obtuvo información de las intenciones de los terroristas cubanos y no actuó para evitarlo.
Suárez Esquivel fue quien activó el control remoto que hizo volar en pedazos el auto del ex canciller chileno.
Una prueba de la complicidad de las autoridades yanquis está en la decisión del 15 de septiembre de 1980, cuando una corte federal de apelaciones invalidó las condenas de esos terroristas asesinos.
Los casos de Orlando Bosch y Luis Posada Carriles se suman a la lista de terroristas acogidos y resguardados por Estados Unidos, a pesar de sus múltiples actos terroristas, al igual que todos los miembros de la organización terrorista Omega-7 que tantas bombas hicieron estallar dentro de los Estados Unidos, en embajadas y oficinas comerciales cubanas en el exterior.
Los congresistas de origen cubano Ileana Ross-Lehtinen y los hermanos Lincoln y Mario Díaz-Balart, junto al senador Robert Menéndez, intercedieron públicamente por esos terroristas.
Amplio es el inventario de actos terroristas cometidos por Estados Unidos contra otros países, como si tuvieran un permiso divino para matar a su antojo, sin ser condenados ni sancionados por nadie, aunque se sienten con el derecho de confeccionar listas donde incluyen a todo país que intente rebelarse a sus dictados.
Por esas razones y muchas más, José Martí dijo:
“Sin soberbia se puede afirmar que nada tenemos que aprender de los Estados Unidos”.