Su único objetivo es derrotar a la muerte, y lo cumplen con convicción, humanismo y gran altruismo, legados que les dejaron el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, y la generación del Moncada, aquella que un 26 de julio de 1953 retomó la lucha por la verdadera independencia de la isla caribeña.
Sin duda alguna los miembros de las Brigadas Médicas de Cuba (BMC) que prestan sus servicios en numerosos países del mundo son genuinos herederos de aquellos jóvenes que, encabezados por Fidel, asaltaron hace 67 años el Cuartel Moncada, la heroica gesta que condujo al triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, en la mayor de las Antillas.
En el Día de la Rebeldía Nacional en la nación caribeña, este 26 de julio, merecen especial reconocimiento los zapadores de batas blancas, quienes lejos de su patria y de sus familiares derrotan a la pandemia, y dan otra lección de dignidad y valentía.
Con su ejemplo desactivan además las campañas de descrédito orquestadas desde Estados Unidos contra la colaboración médica cubana, y al mismo tiempo han levantado aun más las banderas de solidaridad con Cuba y contra el arreciado bloqueo que Washington le impone a la Isla.
Hoy, desde todas las regiones del mundo, se clama porque a los médicos y personal de la salud de la mayor de las Antillas se les otorgue el premio Nobel de la Paz, por la labor humanitaria que han realizado a lo largo de muchos años.
Y claro que los zapadores cubanos de batas blancas merecen ese laurel y muchos más, pero ya tienen el más valioso, el reconocimiento de los pueblos y de millones de personas a quienes han curado y les han devuelto la vida.