«Nunca habíamos presenciado manifestaciones continuadas, de este tamaño y tan diversas».
La veterana defensora de los derechos civiles habla de cómo fue crecer en plena era de la segregación racial en EE.UU., de la oportunidad que tiene el movimiento Black Lives Matter y de su inspiración para seguir luchando.
Es 1972 y Angela Davis responde a una pregunta sobre si aprueba el uso de la violencia por parte de los Panteras Negras. Está sentada frente a un fondo de bloques de color azul brisa, las paredes de una celda de la prisión estatal de California. Lleva un jersey de cuello alto de color rojo y, como es habitual en ella, luce su característico peinado afro y tiene un cigarrillo en la mano.
Mientras responde, mira fijamente al entrevistador sueco, prácticamente parece que lo pueda atravesar con la mirada: «¿Me preguntas si apruebo la violencia? Esta pregunta no tiene ningún sentido. ¿Si apruebo las armas? Crecí en Birmingham, Alabama. A algunos muy, muy buenos amigos míos los mataron bombas; bombas que fueron preparadas por racistas. Uno de mis recuerdos de infancia es el sonido de las bombas que explotaban al otro lado de la calle y sentir cómo mi casa temblaba… Por eso, me parece increíble que alguien me pregunte si apruebo la violencia, porque significa que la persona que hace esa pregunta no tiene ni idea de lo que los negros hemos sufrido y vivido en carne propia en este país desde que llegó la primera persona negra, que había sido secuestrada en el litoral africano».