Con todos, para actuar por el bien de todos
Si reducimos el ejercicio de pensar en términos históricos a narrar una sucesión de anécdotas, sin contexto, sin pasado, le hacemos un flaco favor a ese ejercicio como ciencia. Quizá en eso se logre ser sagaz, pero la sagacidad está sobrevalorada. El pensamiento que aspira a ser científico se construye de hipótesis y estas se desechan o se modifican en cuanto se demuestran falsas. La ciencia no está para complacer antojos y consolar angustias. Cuando torcemos la ciencia para satisfacer expectativas obtenemos, a lo sumo, la momentánea ceba del ego; pero el precio es renunciar a lo científico.
Martí no es dogma para instaurar el facilismo del no pensar, sino abono para hacer del ejercicio del pensamiento un acto responsable en su profundidad. No se honra a Martí, sin importar la longitud de onda a la que se pertenece en el espectro político, cuando, a semejanza del ejercicio usual que se practica sobre la Biblia, se toman sus frases para hacer un pastiche forzado que apuntale la idea preconcebida anterior a la lectura. Ni se le hace justicia, cuando a su pensamiento se le desnuda del ropaje de su tiempo, y de las circunstancias concretas y muy especiales en que se estructuró este junto a su praxis.
Martí no se agota sobre sí mismo. Es válido el ejercicio de asumirlo propio, pero este ha de hacerse al descubierto, sin la vileza de pretender poner en su boca nuestros propios pensamientos. Pues si de apropiarse del apóstol se trata, no hay otra forma de honrarlo, cuando se hace de manera honesta. Seguir leyendo