Por: Leticia Martínez
Yo estuve en los funerales de Chávez. No los vi por televisión. Nadie me contó la historia. Me mezclé entre la gente y a puro empujón llegué hasta el féretro.
Hacía unos minutos el General de Ejército había pasado a rendir honores y el equipo de prensa, entre tanta multitud, se había quedado atrás. Yo nunca había visto a Chávez frente a mí; la primera vez fue allí, inerte.
Me pareció más grande de lo que imaginé, tenía un color feo en su piel, seguro por la enfermedad que lo llevó a la muerte. Parecía dormir, en medio de tanto llanto. La gente no paraba de llorar, era un lamento interminable. Seguir leyendo