Autor: | madeleine@granma.cu
Por donde quiera que se abra, Ismaelillo destila junto al primor, entereza. Para comprobarlo basta hacer la prueba y veremos de la mano del amor paterno al hombre íntegro, en su condición formativa y redentora.
Si sabidas, y caladas hasta lo más profundo de las almas sensibles, son las bellezas pintadas por José Martí en el libro que dedicara a su hijo José Francisco, desde el Prólogo hasta el punto final con que cierra Ismaelillo, no lo son menos las que escribiera para aludir al poemario que le sirviera de refugio cuando la desventura lo espantó de todo.
Resuelto el autor a no vender uno solo de sus ejemplares, tirados en la imprenta de Thompson y Moreau, en Nueva York (1882), Ismaelillo fue ofrecido a muchos amigos, no sin antes expresarles la personal trascendencia del obsequio.